lunes, 9 de abril de 2012

El plan de Macri para la ciudad: Gentryficación, ilusión empresaria y aversión al riesgo


La belleza de la ciudad
Buenos Aires es hoy una ciudad hermosa porque hace 30 años era muy hermosa.  En estos treinta y pico de años la ciudad ha vivido de glorias construidas en el pasado, tanto en lo arquitectónico y patrimonial como en sus cualidades de “ciudad para ser vivida”. Ha vivido devorando su propio ser, devorando la belleza que la constituye. Podemos decir que una foto de la ciudad de Buenos Aires de hoy es bella pero mucho mas bella es la foto de la ciudad hace 30 años.
Si en vez de ver fotos vemos la película del recorrido de esta ciudad, tomamos una mejor impresión del cómo y el por qué de las  transformaciones de sus cosas y de su gente.  La transformación de la ciudad no puede, como en otros ejemplos mundiales endilgarse al crecimiento demográfico,  ya que la capital tiene desde la década del 60 la misma cantidad de población, en torno a los 3 millones de almas. Por tanto hay que buscar en otras variables la trayectoria que ha seguido Buenos Aires desde Cachiattore a Macri.
Si vemos en una película lo que se ha planificado de esta ciudad notamos los profundos desequilibrios entre zonas, que no son más que el reflejo del desequilibrio entre grupos sociales. Que este desequilibrio no se halla materializado en la conformación de guetos urbanos como ocurre en otras capitales de Latinoamérica se debe más que nada al pasado de la ciudad que en parte logra absorber las intervenciones atomistas que viene sufriendo hace mucho.  Desde la Autopista 25 de Mayo, una de las mas importantes obras de disolución de la trama urbana y social de la ciudad, hasta el desacople de la calidad de las instalaciones educativas, la ciudad viene absorbiendo los golpes y sigue manteniéndose unificada y… bella.  Las fuertes identidades barriales de otras épocas están allí resistiendo las intervenciones urbanas uniformadoras de lo estético.

El retorno de la Elite
Hay una elite en la ciudad,  como en todos lados la elite dispone mayores recursos que los demás sectores, tiene una función de guía sobre los demás, y es reconocida en ese rol. El dato es que hoy esa elite gobierna in corpore la ciudad. Ahora bien, esa elite no es la que nos imaginamos como aquel  patriciado del siglo 19, la actual es una elite de posición y no de origen.  No conoce sus orígenes o no le satisfacen del todo.  Por tanto se revela como tal por sus consumos y por sus oposiciones, se diferencia geográficamente y en los hábitos de consumo.
En efecto, la relación que se establece entre los sectores medios y medios/bajos con la elite de consumo porteña es una larga novela de amor no correspondido.  Un amor despreciado que parece retroalimentarse en ese mismo acto de desprecio.
Por traslación electoral diremos que parece haber un 50% de la población que ama a esta elite,  sin ser correspondido nunca, ¿tal vez traten de incorporarse a ella?, tratando que sus hogares se parezcan a los de la elite, moviendo las trazas catastrales para cubrirse con el nombre de los barrios de la elite, mientras esta última hace todo para diferenciarse de esos sectores que la desean.  Impulsos nada nuevos ni exclusivos de Bs. As.  pero reveladores de una auto identificación sufrida.

Ni esta elite ni ningún otro sector social organizado de la ciudad ha decidido ampararla, ni siquiera ser su benefactor hedonista. Por lo que la ciudad esta expuesta a la libre depredación individual,  los únicos actos de defensa de parte de la elite, tienen como enemigos a imaginarias ordas de extranjeros y cada tanto a quienes viven esta ciudad y duermen en la provincia de Buenos Aires, lo que mas bien es un acto de des responsabilización que resulta acorde a lo poco que los sectores medios le exigen a la elite en funciones.

Una parábola se establece entre la famosa migración de la elite desde los barrios viejos a la zona norte cuando la fiebre amarilla, ese parece ser el patrón que sigue la elite porteña desde hace 200 años: minimizar su exposición al riesgo, abandonando y ocupando áreas de la ciudad de acuerdo a escasas planificaciones. 

El plan de la elite para la ciudad:
Planificar supone fijar el resultado deseado de una acción y estimar los resultados no deseados. En una ciudad todo esta interrelacionado y por tanto la planificación urbana debe comprender todas las variables. Si se altera un elemento hay que esperar efectos en todos los demás.
¿Hay un modelo liberal de ciudad en marcha?  Primeramente habrá que descartar algunos versículos simplones de origen izquierdo progre que resumen todo en pensar que la elite encabezada por Macri se ha tomado la molestia de acceder al gobierno para acumular ganancias económicas. Diremos que no parece muy lucido de parte de Macri semejante esfuerzo para garantizar algo que ya tiene plenamente garantizado. Diremos que hay una dimensión épica o de trascendencia que opera allí en la voluntad de esta elite para grandeza de si misma que la empuja a semejante esfuerzo.

Es difícil rastrearlo y hacerlo explícito:  Se nos presenta un conjunto de acciones de embellecimiento del espacio publico, Enfrentamiento con los trabajadores estatales en distintos frentes, cruzados con acuerdos con algunas conducciones sindicales, modificaciones del uso de algunas dependencias publicas, discursos y acciones centradas en la inseguridad urbana, alteraciones en el presupuesto que desfinancian programas sociales tradicionales de la ciudad.

Un plan que resulta cuando no parece haber ningún plan, es un constructo inacabado que tiene como boceto la propia imagen, es la construcción de algo a imagen y semejanza de quien lo esculpe pero que una vez terminado no se parece a nada ni nadie y es como un Frankestein.

La elite en el gobierno construye la ciudad a su imagen y semejanza, parte de sus necesidades y las generaliza, vuelve soberana su subjetividad y considera un acto de grandeza repartir algo de su forma de vida entre los demás sectores.
Esto se manifiesta patentemente en el foco de las acciones del actual gobierno,  que no son los barrios residenciales de la elite, sino el resto de la ciudad.  Poco y nada ha cambiado la zona elegante. El centro de las acciones esta un los barrios del sur y en el área céntrica. Principalmente porque nunca, bajo ninguna otra administración, esos barrios de la elite se han sentido amenazados, han sido siempre el punto de concentración de todos los desvelos municipales, ya sean peronistas, radicales o progresistas. El eje pasa por otro lado. En el plano urbanístico los grandes proyectos actuales apuntan a acelerar lo que se denomina proceso de gentryficación[1].  Técnicamente significa la incorporación a un barrio de estrato medio o bajo de un grupo de un estrato social mas alto,  que al instalarse genera transformaciones en el entorno social y económico del barrio.
El gobierno actual llega hasta allí, esta apalancando un gran proceso de gentryficación sobre las zonas postergadas de la ciudad, es decir quiere que parte de la elite se localice geográficamente en estos barrios para vivir, para trabajar y desarrollar otras actividades, al tiempo que dotaran al barrio de su modo de vida, consumo, estética, etc. Esto no es para ellos un acto culposo,  les parece lo mejor que pueden ofrecerle a esa gente que los ama. Los efectos de la gentryficacion están bien estudiados en todo el mundo y no suponen nada bueno para los vecinos originarios. Por lo general no pueden beneficiarse de nada de lo que esta “gentry” aporta al barrio y padecen el automático aumento del costo de vida fruto de la especulación que se desata ante el primer anuncio acerca de la nueva composición social del barrio. En efecto sin que un barrio cambie en nada material, con el solo anuncio de una incorporación de gente de mayores ingresos al área, todos los precios se actualizan a ese nuevo sector: la tierra, los alquileres, el costo de los servicios, el valor de los productos minoristas, etc. Luego surge la fiebre de la sofisticación y todo empieza a disponerse para ganar dinero y prestigio con la llegada de la gentry: los bares cambian su decoración y se vuelven copia de copias, las viviendas populares son desalojadas para dar lugar a los grandes negocios que se vienen, o simplemente aumentan su alquiler, los comercios habituales cambian de rubro y se estandarizan. Pero lo que más cambia es la gente, muchos vecinos no pueden pagar por esos nuevos servicios y se tienen que ir a otros barrios o a lugares mas degradados dentro del original: pegados a la autopista, o la vía del ferrocarril, etc. Y todo eso convive con una economía más degradada y ocultada que es a la que recurren los vecinos originales. Con los nuevos vecinos reales o imaginarios llegan también las nuevas medidas de seguridad. Para los recién llegados todo da miedo, incluso los vecinos originarios. Quien tenia un departamentito estará feliz quien alquilaba ya no estará.

Así como los barrios de la elite están y siempre han estado muy lejos de cualquier riesgo de “negrificación” si se permite el nuevo neologismo. La demanda latente en los barrios medios y medios bajos ha sido la de siempre: que alguien los incorpore a la elite. 

La ilusión empresaria:
El otro gran trazo del plan liberal para Buenos Aires se desarrolla en los interiores del propio Estado. Allí la cruzada por la eficiencia no tiene cuartel. La elite atiende directamente los mostradores estatales y ha decidido transformar la administración publica de la ciudad con sus 130.000 agentes en una máquina eficiente: cabe aclarar que esta ilusión empresaria es una fuente de mística muy poderosa, es la banda sonora que los funcionarios de la elite escuchan en su interior y los impulsa con fuerza a la tarea, para ellos es la recuperación de la patria chica que había caído en manos de las burocracias plebeyas. Es una fuente de mística tan poderosa que permite hacer convivir la lógica politiquera -que la elite ha aprendido rápidamente-  con un plantel paralelo de empresas consultoras que duplican el trabajo de la administración pública. En efecto la lógica de la eficiencia empresaria no parece llevarse del todo mal con la lógica del puntero, de las barras bravas, de la convivencia con sectores de poder como los prostibulos o “la liga” de los remates, etc. 
La eficiencia empresaria llevada al estado para agilizar lo que una burocracia “ideologizada” no sabía y no quería hacer bien.  Se busca crear el ayuntamiento eficiente para agilizar la circulación de las prestaciones estatales con contrataciones de altísimo costo con empresas privadas para embellecer el espacio publico, estas intervenciones en el espacio publico  además de innecesarias en su mayoría. Tienen solo un carácter preparador para ulteriores procesos de gentrificación.

La aversión al riesgo
El gran rasgo de la elite en gobierno, el comportamiento empresario financiero tiene una lógica fundante diferente a la de los grandes capitanes de la industria del siglo 19, evitar el riesgo,  esta es la clave de un especulador exitoso. Términos como “reducir la exposición al riesgo” son parte del manejo propio de las carteras de inversión, especialmente las especulativas. Algo similar vemos en la gestión de la elite y su aversión al riesgo político de gestionar cuestiones complejas como por ejemplo el subterráneo. Muy distinto a aquellos industriales de riesgo que montaban fábricas, ciudades y  organizaciones sociales, tomando todos los riesgos en su nombre para su gloria y su patrimonio. La elite de hoy minimiza los riesgos y solo explota lo que esta seguro. Una plaza o un festival de teatro.

Gobernar solo lo lindo y trasladar la responsabilidad por lo feo es una de las grandes tácticas que la elite italianizada macrista viene jugando con gran éxito en estos casi 5 años de gobierno.

Octavio Ciaravino
La Urbe


[1] Neologismo que proviene del termino inglés  “Gentry”  que define el grupo social selecto y admirado.