No pienses en un aborto
Indignado por las sucesivas derrotas electorales del progresismo en Estados Unidos, el lingüista cognitivo y discípulo de Chomsky, George Lakoff salió del closet académico en 2004 -año de la reelección de Bush- y escribió un libro sobre política con toda la intención de convertirlo en un best-seller: “No pienses en un elefante”. En ese texto, Lakoff resume sus años de investigación en lingüística y aplica esos conceptos a la política con un lenguaje simple, en un intento de explicar que diferencias existen entre los conservadores y los liberales, y porque estos últimos han venido teniendo serias dificultades en el campo político desde los años 80.
Lakoff parte de la teoría de los marcos y la teoría del encuadre [1] para explicar, en primer lugar, que las diferencias de opiniones entre liberales y conservadores se derivan del hecho de que tanto unos como otros subscriben, en mayor o menor medida, a dos metáforas diferentes respecto de las relaciones del Estado con sus ciudadanos que parten de dos concepciones diferentes sobre la familia: los conservadores se suscriben a la metáfora “el modelo del padre estricto”, que representa a una familia estructurada alrededor de un padre fuerte y dominante (el gobierno) y asume que los chicos (ciudadanos) necesitan ser disciplinados para poder ser convertidos en adultos responsables; y los liberales adoptan “el modelo de los padres protectores”, en el cual tanto las madres como los padres trabajan para proteger a chicos esencialmente buenos de “influencias que puedan herirlos”(injusticia social, pobreza, etc).[2]
Lakoff piensa que estas metáforas sobre la familia son determinantes en los debates políticos, ya que son constitutivas de los marcos con los que los ciudadanos interpretan los temas que están en agenda: según que conceptos y palabras se usen en los discursos políticos –y, sobretodo, según el grado de contundencia y emotividad con que estén diseñadas esas palabras y esos conceptos- en las mentes de las personas se activara un marco o el otro. Así, según Lakoff, los republicanos conservadores han hecho todo lo posible para que en la mayoría de la población, ante cada discusión política, se active su marco: el que está basado en "el modelo del padre estricto".
Claro que esto no ha ocurrido por casualidad, sino que es resultado de una larga estrategia de la derecha conservadora: desde hace tres décadas buscan desactivar el marco de los padres protectores y activar el del padre estricto en la mente de la población a partir del financiamiento billonario a fundaciones, programas de investigación, publicistas, periodistas, escritores y especialistas de la imagen que lograron que el lenguaje y las temáticas que aborda la derecha conservadora se perfeccione y se vuelva contundente. Y este ha sido, según Lakoff, el gran triunfo de la derecha conservadora: ellos se han apropiado del lenguaje con el que todos discutimos sobre política.
A partir de una capacidad de adaptarse a la mediatización de la política que el progresismo no supo tener, la derecha pudo construir una estructura comunicacional efectiva que ha vuelto uniformes y muy persuasivos sus discursos respecto de los temas de la agenda: desde los impuestos hasta la guerra, pasando por el aborto y los planes sociales, absolutamente todas las palabras que ellos usan han sido diseñadas en torno a valores básicos que responden a su manera de entender la realidad. Ellos han nombrado y etiquetado, han definido y organizado las grandes cuestiones políticas en sus términos: con las palabras, las metáforas y las expresiones mas adecuadas para salir airosos de cualquier debate. Y todos los demás discutimos con esas palabras, esas metáforas y esas expresiones: ¿Por qué cuando ellos dicen ser "pro-vida", nosotros lo aceptamos como si fuera algo natural? ¿Acaso defienden todas las vidas? ¿Por qué nos referimos a “la guerra contra” algo tan difuso, tan abstracto, como es “el terror- el terrorismo”? ¿Y porque discutir respecto del “alivio fiscal”? ¿Es que los impuestos son una carga espantosa de la que deberiamos desprendernos para poder sentirnos aliviados? Nada es natural en el lenguaje. Los sinonimos no existen. Cada palabra que usamos para referirnos a algo está ahi, -es escuchada, leida, interpretada, replicada: en fin, significa- porque no elegimos otra palabra: aunque podriamos, elegimos esa. Y esa eleccion, la eleccion de cada palabra, es una decision politica. Si se observa el modo en que invierten en think-tanks que piensen por ellos las palabras que usarán en cada debate, se vuelve evidente que la derecha conservadora parece saber esto mejor que ninguno de nosotros.
Ladrones de palabras
"La cuestión del aborto se soluciona con vida; se soluciona con un Estado presente en la construcción de la sociedad y el respaldo de la familia" dijo un diputado en el reciente debate en la comisión legislación penal respecto de un proyecto de ley que propone autorizar la interrupción del embarazo en la Argentina.
"Vida". "Estado presente en la construcción de la sociedad". "Respaldo de la familia". Esas palabras -tan sintéticas, tan contundentes y emotivas- bien podrían haber sido pronunciadas por algún diputado progresista para argumentar a favor de la propuesta.
Pero no. Esas palabras pertenecen a Alfredo Olmedo, el de "la cola cerrada y la mente abierta".
¿Por qué? es la pregunta inmediata: ¿Por qué alguien como Olmedo usa exactamente las mismas palabras que cualquier defensor de una ley de salud reproductiva justa e igualitaria?
Porque ellos no solo se han apropiado del lenguaje con el que discutimos política: también se han apropiado de muchas de nuestras palabras, resignificandolas de manera tal que puedan serles funcionales a susposiciones sin que se note demasiado, sobretodo en las discusiones vertiginosamente marcadas por los tiempos y los modos televisivos.
Lakoff ejemplifica esta dinámica con el debate respecto de los impuestos:
“al discutir sobre los impuestos en televisión, los conservadores solamente utilizan dos palabras: alivio fiscal, mientras que los progresistas se enfrascan en una larga parrafasada para plantear su punto de vista. Los conservadores pueden apelar a un marco de referencia establecido (por ellos mismos): por ejemplo, que los impuestos son una desgracia o una carga, lo cual les permite usar solamente esas dos palabras: alivio fiscal. Los progresistas no. Los progresistas no han diseñado marcos de referencia, estrategias comunicacionales. Los progresistas reaccionan indefectiblemente ante estas estrategias. La reacción habitual es: esos conservadores son mala gente; utilizan un lenguaje orwelliano. Dicen lo contrario de lo que piensan. Engañan. Malo. Malo”
Y es verdad. Pero nosotros deberíamos reconocer que ellos utilizan el lenguaje orwelliano exactamente cuando tienen que hacerlo: cuando no pueden aparecer en la televisión, o en una entrevista radial de diez minutos y decir sencillamente lo que piensan. Imaginemos que pasaría si ellos dijeran: “queremos que el Estado, con toda la fuerza de lo penal y la sociedad, con toda la fuerza de lo moral, castigue a esas mujeres descarriadas que no quieren ser madres”. ¿Qué pasaría? Perderían. Ellos saben mejor que nadie que si clamaran abiertamente por castigos y criminalización, la gente no apoyaría lo que intentan hacer.
Por eso, el diputado Olmedo hace referencia a la vida, a la importancia de la familia. Por esto apela a un Estado presente y pide, junto con la diputada Hotton, una “contención de las mujeres embarazadas”, pero se opone a la modificación de la norma que penaliza la práctica del aborto. ¿Penalizar es contener? ¿A la presencia de que tipo de Estado se refieren Hotton y Olmedo? A un Estado que encaje en el modelo del padre estricto pero que a la vez no resulte chocante para las audiencias: un Estado castigador, disfrazado con palabras (nuestras palabras) de Estado contenedor. Ellos lo proponen y nosotros lo aceptamos.
¿De qué hablamos cuando hablamos de aborto?
Desde esta teoría del encuadre y el lenguaje, Lakoff explica como el debate sobre el aborto también ha sido diseñado de esta manera por la derecha conservadora: el aborto no encaja con el modelo de familia del padre estricto, esta radicalmente en contra de él. “hay dos grupos de mujeres que puede necesitar un aborto: las adolescentes solteras que han tenido sexo “ilícito” y las mujeres adultas que quieren retrasar la maternidad para desarrollar una carrera profesional. Los dos grupos chocan frontalmente con el modelo del padre estricto que domina el debate en la actualidad. Las adolescentes embarazadas han incumplido los mandamientos del padre. Las mujeres que desarrollan una carrera profesional desafían su poder y su autoridad. A unas y a otras habría que castigarlas haciendo que continúen esos embarazos no deseados. Ninguna de ellas debería librarse de las consecuencias de sus actos, actos que infringen el principio del modelo del padre estricto. según el cual la moral depende del castigo. Así, de forma subyacente, el aborto representa una amenaza para los valores conservadores y para la propia identidad de los conservadores” De ahí, los sistemáticos discursos: asesinas de bebes, malas madres y,“porque no lo pensó antes de abrir las piernas?”
El debate se ha organizado en dos posiciones polarizadas: quienes defienden el “derecho a la vida” y quienes defienden el “derecho a elegir”. Pero: ¿Quién elige qué cosa? ¿Quién defiende qué vida? y sobretodo: ¿Por qué hablamos de “aborto”? ¿Quién decidió que discutamos con esta palabra?
Muchas de las organizaciones feministas llegaron a la conclusión de que la palabra "elección" es una mala idea. La reconocida lingüista Deborah Tannen señaló hace más de una década que la palabra "elección" está tomada de un vocabulario vinculado al consumo, comparándola con la palabra "vida", que está tomada de un vocabulario moral. Según Lakoff, ese término lleva las de perder en un debate público, “ya que es sabido que la moral le gana al consumismo absolutamente siempre”.
Por otro lado, la palabra "aborto" – ¡la palabra aborto!, como en “abortar la misión”-es en sí misma negativa, despliega componentes significativos negativos. ¿Quién quiere un aborto? La significación latente en el término “aborto” nos remite a algo feo, malo, y , así las cosas, parece algo imposible, descabellado, vincular la salud pública y la justicia social a una palabra tan desgraciada. Discutiendo en estos términos (“abortar”, “ser abortistas”) con el debate enmarcado de esta manera: ¿quien querría definirse como “pro aborto”? Y si no podemos definir en una frase que resuma de forma contundente nuestra posicion:¿ cómo pretendemos ganar los debates en el medio de una creciente mediatizacion de la politica? Desde el momento en que nos parece imposible discutir desde un lugar que no sea de reacción a las acusaciones de los auto nominados “pro vida”, la derecha conservadora se ha apropiado del valor vida. Y ese es nuestro valor.
Re-enmarcar
Por supuesto que es imposible cambiar de un dia para el otro las palabras que se usan cotidianamente. No podemos hacerlo. Pero lo que si podemos hacer es pensar en el hecho de que, mientras continuemos reaccionando ante la palabra "aborto", mientras continuemos permitiendo que se nos llame “abortistas” en esta coyuntura, lo que estamos haciendo es jugar en el pasto de la derecha, pasto en el que ellos ya han definido todas las cuestiones de acuerdo a sus intereses y usando sus propias palabras. Los “pro vida” nos acusan de abortistas asesinos y nosotros aceptamos implícitamente todas las connotaciones negativas desde el momento mismo en que reaccionamos a esas acusaciones. “Aborto! Holocausto de bebes!”,gritan ellos, y nosotros contestamos “si, pero...”.
Lo que es necesario es una redefinición, un re-enmarcamiento de la cuestión desde nuestra perspectiva. En este sentido, partiendo del texto de Lakoff, proponemos diferentes ideas sobre las que reenmarcar el debate de modo tal que dejemos de ser reactivos, que dejemos de pensar con sus palabras y con sus conceptos, y podamos reencontrarnos con los nuestros:
1-La cuestión de los embarazos no deseados
Nadie quiere embarazos no deseados, y no existe ninguna razón por las que deberíamos tenerlos desde que tenemos los medios para prevenir estos embarazos. Un alto porcentaje de los embarazos no deseados ocurren entre mujeres y niñas a las que se las ha excluido de la educación sexual apropiada y los métodos anticonceptivos. Y aun así, la derecha conservadora ha venido negando la educación sexual en las escuelas, y, en muchos casos, incluso ha venido negando el acceso a los métodos anticonceptivos impulsando programas de solo abstinencia. En otras palabras, la derecha esta, de hecho, creando embarazos no deseados.
2-La cuestión de la palabra vida
No deberíamos permitir que la derecha tome propiedad sobre el valor "vida". Ese es nuestro valor. Los conservadores han venido matando bebes reales que han nacido y a los que las personas quieren amar. Ellos han sido responsables por las muertes de esos chicos en el país a una velocidad asombrosa. Y nosotros deberíamos discutir esta situación abiertamente. ¿Qué vidas defienden? ¿Con qué muertes a cuestas las defienden? Con muertes de mujeres, no de hombres. Con muertes de mujeres pobres.
3-La protección de las victimas
¿La ley debería forzar a las mujeres a criar el hijo de su violador? Al negar a una víctima de violación el acceso a las operaciones médicas que terminen con el embarazo, los conservadores están, en efecto, a favor de forzar a las víctimas de violación a criar los hijos de sus violadores.
4-La despenalización de las “descarriadas”
¿Ser mujer es ser madre? Una mujer que no quiere ser madre: ¿deja de ser mujer, pasa a ser una criminal? Este es un punto nodal: nadie en la derecha quiere decir que si, que para ellos hay que castigar, hay que criminalizar a las mujeres “que se han corrido de la senda del padre estricto”. Por eso, porque no pueden decir lo que piensan, cada vez que el debate se aproxima a este punto ellos dan una cabriola, y nos responden con palabras que han tomado de nuestro lenguaje. Por eso, Hotton y Olmedo argumentan “que deberíamos proteger y contener a las embarazadas”. Pero: ¿qué dirian Hotton y Olmedo si el contexto del debate los arrinconara, si no pudieran escaparse de tener que explicar que pasa para ellos -en términos morales- con las mujeres que efectivamente interrumpen voluntariamente un embarazo? En el contexto de cada debate, deberíamos pensar de que forma podemos arrinconarlos para que se vean obligados a responder que ellos consideran criminal a una mujer que no quiere ser madre.
Entonces, más que tratar de responder en las discusiones sobre "aborto", más que adherir servilmente al lenguaje que ha sido formado por la derecha conservadora, deberíamos activamente, positivamente, impulsar nuestras ideas y reenmarcar, reenmarcar, reenmarcar.
Y deberíamos hacerlo ya, intentando , cada vez que tengamos una oportunidad de debatir, hacer una economía de palabras y de argumentos (no someternos a nosotros mismos a engorrosas explicaciones sobre el origen de la vida o la historia de los movimientos feministas que no hacen más que darle de comer a las fieras), para volver nuestros discursos efectivos y contundentes por el único motivo enorme y urgente que tenemos 100 mujeres, en su mayoria pobres, que mueren cada año victimas de abortos clandestinos.
Cecilia Rodríguez
La URBE